Para los amigos del colegio, que no conocen, o conocen poco a nuestra hermana, hago este resumen del libro del P. Gotzon Vélez de Mendizábal, “El ángel de Auschwitz”. En este libro el P. Gotzon ha recogido con fidelidad la tragedia de los campos de concentración donde nuestra hermana Sor Ángela del Sagrado Corazón pasó los últimos años de su vida.
Sor Ángela, de nacionalidad alemana, era Religiosa Trinitaria, pertenecía a la comunidad que el Instituto de la Santísima Trinidad tiene en Austria. Nació en 1900 en una familia católica en Sauerland, donde la mayoría era protestante. Sus padres Augusto y Amalia formaron una familia numerosa de siete hijos entre los que nuestra hermana ocupaba el quinto lugar. Recibió en su bautismo el nombre de María, aunque familiarmente la llamaban Mariechen.
Su infancia y adolescencia transcurrieron de forma tranquila, económicamente la familia pertenecía a la llamada clase media, el trabajo de su padre como maquinista en una cantera de cal proporcionaba lo suficiente para el sustento y la educación de sus hijos. A todos procuraron una sólida formación cristiana. Los testimonios de está época presentan a Mariechen como una niña abierta y simpática de mirada chispeante y muy alegre, piadosa y buena estudiante. Hace la Primera Comunión a los 12 años y en ella pide al Señor que le conceda la gracia de la vocación religiosa.
Eso deseos de consagrarse al Señor por el camino de los consejos evangélicos, le acompañaron en su adolescencia, pero pasaron al olvido durante algunos años. Después, un dramático acontecimiento: la muerte de una persona que quiso cambiar el rumbo de su vida le devolvió con más fuerza sus deseos de consagrarse al que reconocía como único Señor de su vida. ¡Los caminos del Señor no son nuestros caminos! ¡Por cuantos vericuetos nos conduce a veces!
Según el P. Gotzon ella lo expresa muy bien cuando en una carta escribe: “Después de bregar por montes y valles, por fin se ha realizado mi petición”. Por una publicación de los Padres Trinitarios de Viena conoció a la Congregación de Religiosas Trinitarias de Valencia y a ellas se dirigió en mayo de 1933 para solicitar su ingreso. Cuatro meses más tarde, el 27 de septiembre llegaba al convento de las Religiosas Trinitarias. Antes había pagado al fisco alemán los mil marcos-barrera de rigor, era un impuesto establecido por Hitler a todos los alemanes que se desplazaban a Austria.
La situación social y política de Alemania en este momento, era difícil y complicada. Mariechen inicia su Vida Religiosa en el mismo año que Hitler subió al poder, en pleno auge del nazismo y una fuerte persecución religiosa. Si la sociedad que dejaba Mariache en Alemania era conflictiva y turbulenta, la que encontró en Austria no lo era menos.
La crisis económica mundial motivada por la caída de la bolsa de Nueva York del 1.929 y las consecuencias de la guerra hacen que Austria se encuentre postergada por la pobreza, con un paro masivo y agudas tensiones sociales. También la Comunidad Trinitaria sufría esta situación.
Las hermanas vivían en extrema pobreza. Sor Ángela, -ese es el nombre que adoptó María en la vida religiosa-, en ocasiones pide ayuda a su familia para la comunidad, pero nunca expresa en sus cartas síntomas de no estar contenta, al contrario, siempre se manifiesta alegre y feliz.
En una ocasión les escribe:
“No somos tan pobres que no tengamos para poder comer. ¡Oh no! La divina providencia se encarga muy bien de ello”.
En esta situación de fuertes tensiones sociales surge en nuestra Hermana una profunda preocupación por la Iglesia y por la extensión de la fe. Y es que el ambiente que se está respirando es francamente inquietante. Sor Ángela, mujer intuitiva y perspicaz se daba cuenta y además consigue leer la Encíclica de Pio XI en la que el Papa denuncia con valentía la creciente opresión del catolicismo en Alemania, exige los derechos de la Iglesia y condena la ideología nazi.
Y así, desde un conocimiento objetivo de la realidad, Sor Ángela escribe a su hermana Elisabeth en octubre del 37: “yo creo que no os estáis dando cuenta de lo que se está gestando por ahí”. Poco a poco la fuerte bota de Alemania va pisando a la pequeña y empobrecida Austria, y Sor Ángela que es consciente insiste frecuentemente en vivir preparados para la muerte.
En los primeros meses de 1938 los acontecimientos se van precipitando hasta que el 12 de marzo las tropas alemanas ocupan Austria.
En este ambiente, Sor Ángela era la alegría de sus hermanas y con su trabajo contribuía decisivamente a la supervivencia de la comunidad.
Pero entran ahora en una nueva y dolorosa etapa en la que se corta la comunicación entre las Hermanas de Austria y la Superiora General de España. Las cartas salen de un lado al otro, pero no llegan. Se sabe que una práctica de la Gestapo era el secuestro de la correspondencia. La incomunicación fue total.
Así la situación, el 10 de agosto de 1940 en una tienda cercana al convento, Sor Ángela dialogaba con unas mujeres en un contexto reducido y más bien íntimo y dijo sin ambages la frase fatídica que le llevaría al cautiverio: “Hitler es el azote de Europa”. Esto llegó a la Gestapo y dio orden de detenerla. Según relata el P. Gorzon, la detención fue brutal, uno de los policías arrancó el velo de Sor Ángela y se lo tiro a la madre superiora. Sor Ángela se desmayó y aquellos esbirros la arrojaron al furgón policial como si fuera una bolsa de basura. Era el primer momento de un duro calvario que se prolongaría por más de cuatro años.
La llevaron a la Prisión Provincial de Innsbruck. Más tarde la condujeron al campo de concentración de Ravensbrüch, para desde ahí, pasar al infierno de Auschwitz.
Durante todo este tiempo se manifestó como la mujer que era y que sería hasta su muerte: centrada totalmente en el Dios Trinidad, abandonada a su amorosa providencia, abrazada a la Cruz de Cristo, entregada por entero, desde su amor trinitario-redentor, al servicio de todas las prisioneras, sin mirar nacionalidad, raza o religión, y abnegada hasta el punto de olvidarse de ella misma para vivir preocupada por los demás. Algunas supervivientes darán después su testimonio.
Las hermanas de Comunidad se interesaron a través del Consulado Español por su liberación, pero sus muchos esfuerzos fueron inútiles. Las cartas son un reflejo de la angustia con que viven las Hermanas la situación y el deseo de obtener la libertad de Sor Ángela, lo mismo que su familia. Hay constancia de, al menos, 4 cartas dirigidas por la Superiora a la Gestapo, en alguna haciendo constar la nacionalidad española de la Congregación. También se conservan en el archivo de la comunidad respuestas de la Gestapo.
En la ficha policial de Innsbruck consta que Sor Ángela fue conducida el 29 de agosto del 40 al campo de concentración de mujeres de Ravensbrück. El calvario del transporte era la primera medida para anular y deshumanizar a los detenidos: Días de viaje en vagones cerrados, empujones y gritos, dificultades para moverse y respirar. Hedor insoportable, hambre, sed…… Después de esto a Sor Ángela le esperaba a la llegada el momento más humillante: el despojo de su hábito y de toda su ropa. Hay dolores morales que sobrepasan con mucho a los dolores físicos.
Una compañera de prisión, la Sra, Trenkwalder afirmaba:
“Sor Ángela era consciente de que le esperaban tiempos muy duros. Sin embargo se sentía interiormente libre y ayudaba y consolaba a las demás prisioneras cuanto podía”.
El amor de Sor Ángela no conocía fronteras. Una gitana, María Rosenberger nos da este precioso testimonio: “Me enteré por la prensa de proceso de Beatificación. Estuvimos juntas en Ravensbrük y la recuerdo perfectamente, si alguien merece ser canonizada es ella. Me ayudó siempre que pudo, entonces yo tenía 20 años, fue para mi como una madre, siempre me daba ánimos. ¡María, aguza el oído!, me decía, ¡No te desmorones! Piensa en algo hermoso cada día, resistirás mejor. Cuando me quejaba de hambre ella me proporcionaba a escondidas un pedazo de pan. Nadie podía verlo, estaba prohibido dar nada de la propia comida. Si lo descubrían había latigazos, Ángela los recibió alguna vez. Yo le preguntaba a veces ¿de qué vives tú si siempre das tu pan? Contestaba: “Cuando tengo hambre rezo. Así me olvido del hambre”
Rosa Jochmann, que fue Consejera Nacional y Diputada en el Parlamento de Austria, recuerda así a Sor Ángela: “Cuando llegue al Campo de concentración fui la responsable de la sección política nº 1. La sección había sido construida para 360 prisioneras, pero al poco tiempo éramos más de 2.000. María, así llamaba yo a esta monja singular, llegó un día a nuestra sección y enseguida me di cuenta de que sería de valioso enriquecimiento para nosotras. Yo no sabía que fuese religiosa, pero su mirada irradiaba paz.
Cuando veía que una mujer enferma o débil tenía que limpiar las letrinas le quitaba el cubo de la mano, le sonreía y al momento el trabajo estaba hecho. A todas escuchaba y todas la querían. Recuerdo, sigue la Sra. Jochmann, a una prostituta que radiante me decía: “Ahora se que yo también puedo ir al cielo, dice Sor Ángela que Dios es Padre que perdona siempre”.
Un día estaba con nosotras en el patio de formar una joven muy guapa. De repente se abalanzó sobre ella una vigilante de las SS con el látigo. María agarró el látigo e interpeló a la vigilante: ¿Por qué la golpea?, ¡no ha hecho nada!. Se me paró el corazón. Estaba convencida de que llevarían a María al bunker y recibiría el castigo de los 25 latigazos y quedaría encerrada. Pero no sucedió. La vigilante miró a María, dejo caer el látigo, dio la vuelta y se fue. Me pareció un milagro, todavía pienso que María, por su forma de ser irradiaba algo especial”.
Otra compañera superviviente, Dña. Margita Svalbová, judía, doctora en Pediatria, afirma que Sor Ángela llegó al campo de concentración y exterminio de Auschwitz el 26 de marzo de 1942. En los campos de concentración nazis, los alemanes y austriacos tenían algunas ventajas: funciones administrativas, trabajos como cocina o enfermería. Sor Ángela, no porque ella quisiera, sino por ser de raza aria, fue colocada en la enfermería, lo que supo aprovechar bien para aliviar el sufrimiento de sus compañeras. Su espíritu noble no le permitía considerarse distinta a las demás prisioneras, a las que trataba como hijas de Dios y hermanas suyas.
Todos los testimonios destacan su actitud evangelizadora. Por su amor y entrega, muchas llegaron al conocimiento de Cristo, y otras recuperaron la fe perdida en aquel mundo de injusticia y barbarie. Saltándose todas las normas y prescripciones del campo y arriesgando en muchas ocasiones su propia vida Sor Ángela trató de salvar la de todas las que se pusieron en su camino.
En la correspondencia que pudo mantener con su Comunidad, siempre se manifestó contenta e interesada por la salud de todas. Supo utilizar un lenguaje cifrado que permitía dar a conocer a las hermanas su amor al Señor y sus ansias de libertad.
Pues bien, Sor Ángela tuvo en las manos la carta de su libertad, pero no la aceptó, porque no era compatible con la palabra dada y con su opción de vida. Así era S. Ángela.
El 31de diciembre de 1944 una enfermera de la Cruz Roja, Cecilia Bader, escribía a la M Superiora de la comunidad: “Tengo que comunicarle que Ángela ha celebrado estas Navidades en la otra vida. El 23 de diciembre sobre las 7 de la tarde, apareció un avión sin alarma que nos arrojó dos bombas. Un cascote de metralla alcanzo pulmón de Sor Ángela. Murió en el acto.
Termino con una frase del poeta austriaco Degasperi de un escrito dedicado a Sor Ángela, dice así: “Con alegría me has testimoniado al Dios de la Vida en el campo de la muerte”.